Creo firmemente que todo funcionaría aún peor sin las estrellas fugaces, sin los ogros de los armarios o sin las manchas en las paredes formando monstruos , pero cuando necesitas de un rincón negro para sobrevivir, la cuesta arriba siempre aparece al final del camino. O al principio, según la temperatura del día. Cuando no me reconozco me acurruco entre discos y libros y siempre se me escapa la misma lágrima. Porque las cosas no funcionan y ya no soy capaz de salvar el mundo. Perdí esa capacidad a los seis años, al caerme y no lograr aterrizar de puntillas.
Y aún así creo en futuros posibles los días que no cierro los ojos demasiado fuerte y sé, que jamás lograré conformarme con azules en tonos medios, aunque al final me quede el escarlata oxidado de la sangre empapándome los labios. Al fin y al cabo, el rojo es uno de los colores básicos, y desde lo básico, siempre se puede empezar de nuevo. O eso espero…
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