martes, 14 de septiembre de 2010

un cuento corto de Lidia Martinez.

Ella le mira. Él la mira. Los dos se miran y no se dicen nada. Cuando la película está a punto de acabar, ella le pregunta qué le apetece cenar. Pasan unos segundos, quizá demasiados para una pregunta tan fácil, y cuando ella cree que no va a obtener respuesta alguna, la voz de él, que se alza sobre la tenue música del final y de los títulos de crédito, le responde que sopa.
Él cambia de canal. Ella se levanta, va hacia la cocina y pone al fuego una gran olla verde oscuro. Mientras espera que el caldo amarillo rompa a hervir, enciende la radio que tiene fija en la mesa de la cocina y las palabras de uno, de muchos, de todos acaban inundando el blanco espacio de la cocina. A los pocos minutos, del líquido amarillo comienzan a brotar pequeñas burbujas. Ya está hirviendo. Ella, en silencio, abandona las palabras de la radio, abre uno de los armarios blancos y coge un bote repleto de diminutas letras secas. Esparce un gran montón sobre el frío mármol de la encimera y rápidamente, con una enorme destreza, las separa por grupos y comienzan a nacer sustantivos, verbos, conjunciones, preposiciones, números, adjetivos, nombres propios. Cuando tiene delante todas las palabras que le hacen falta, las va agrupando por orden, una detrás de otra, hasta que logra hacer una bonita y larga frase que en realidad no es suya, sino que la leyó por la mañana en un libro de poesía. Sabe que a él, si ella tuviera el valor necesario para pronunciarlas en voz alta y él le prestase algo de atención, le conmoverían este par de hermosos versos. Pero la vida no es perfecta y ella se conforma con echar esas letras en la gran olla verde oscuro y esperar que pasen unos minutos.
Con ojos soñadores y el corazón alegre, vuelve a las conversaciones de la radio y sonríe ante la cantidad de palabras que algunas personas son capaces de pronunciar en sólo unos instantes. Apaga el fuego y, con una destreza envidiable, consigue que todas las letras de la olla caigan sobre el mismo plato. Lleva la cena a la mesa. El televisor, siempre encendido, continúa escupiendo palabras peligrosas, amenazantes, repletas de malos presagios. Él, que no aparta la vista de las noticias, se levanta del sofá y se sienta a la mesa. Remueve con la cuchara la ingente cantidad de letras, la mira de reojo y, en silencio, se pregunta por qué demonios no podrá poner nunca la sopa con fideos.

Basta de sopa de letras.

A y B se venían chamullando. Callo C que era amigo de B y empezó a pretender a A.
B como no quería nada serio con A, le sedio su asiento del colectivo a C y se bajo en la parada mas próxima pero fue discreto y no mando al frente a C, simplemente desapareció sin dar motivos, como un flash en una foto.
A ingenua no entendía lo que ocurría, solo lloraba por la ausencia de B y comenzo a sentir ciertas actitudes raras en C, mayor acercamiento, demaciada dulzura. "CLIC", ahí estaba la respuesta que A no encontraba, el porque B se había alejado tanto.
Sus sospechas fueron confirmadas por una gran amiga suya que conocía a todos los integrantes de esta película. Ese fue el primer paro cardiorespiratorio de A.
Con una gran mezcla de sentimientos, A continuo disimulando no saber nada de lo que ocurría y a la semana se fue a Bariloche, triste como una tonta pero confiada de que al regresar revolvería todo.
Las cosas siguieron de igual modo hasta que le toco a C irse de viaje de egresados. A estaba FELIZ porque claro, C se iría y la olvidaría, era la opción mas provable.
Pasaron los 10 días y a su regreso C le contó a A que apareció en su vida una tal D con la que estuvo durante toda su estadía en San Carlos de Bariloche y ahora que volvieron a Buenos Aires estaban "viendo que onda".
Se supone que A debería festejar. No fue así. A sintió cierta bronca, ya que se dio cuenta que aunque C se aleje, B ya estaba por New York, no volvería a Argentina con ella.
Osea en resumen: A y B estaban en un mar de rosas y flores, vino C cago todo y se fue con D. B esta con su guitarra, C ahi anda como un tortolito enamorado, y A já, A se quedo otra vez con carita triste.
A todo esto se le suma la nueva sospecha de que en la cabezita de B anda revoloteando E. Ante esto A solo sueña con que aparesca algún F a rescatarla. Se dieron cuenta? comenze el relato con tan solo A y B y ya voy por la letra número seis.
 Basta de sopa de letras. Me voi a probar suerte con el Sudoki.