lunes, 6 de diciembre de 2010

Esa lluvia.

“La lluvia atrapa los recuerdos, los hace nuestros hasta el fin. Por eso es inevitable observarla, al verla caer no ves agua solo momentos que viviste o que quieres que sean”
Daneuris Restituyo

No ha salido el sol en todo el día y a cada rato un aguacero nos obliga a meternos en algún portal o quedarnos en casa. Se podría pensar que en un país tropical la vida se organiza teniendo en cuenta el clima y que junto a la ropa ligera tenemos siempre a mano sombrillas y capas de agua. Pero no es así. “No pude ir porque estaba lloviendo” es la disculpa más común de la temporada. No asistir o llegar tarde, lo mismo al trabajo que a una cita amorosa, están socialmente aceptados cuando esgrimimos el contundente argumento. Muchas veces hemos visto en películas la escena de una multitud bajo la lluvia. Nos impresiona la imagen de esa nube de paraguas que se extiende a lo largo de una avenida o a todo lo ancho de las gradas de un estadio. Inevitablemente comparamos esas escenas con la típica estampa de nuestras calles en medio de un chaparrón: bolsas de nylon usadas como gorro, el periódico o un trozo de cartón intentando cubrir la cabeza; personas mayores aguardando bajo los balcones o apelotonadas en una parada de ómnibus. La alegría casi siempre la aportan los jóvenes que desafían el temporal, corriendo empapados y surfeando sobre lo primero que se encuentran, una tabla o la vieja goma de un auto… Son días para alegrarse de su llegada, que esperada es la lluvia cuando la tierra reclama de sus entrañas su presencia. Ahora me conformo con decir que la ciudad no colapsará por un simple chubasco que cae sobre el trópico, que sea bienvenida.
Ahora mis instintos de poeta renacen en medio de está cuidad que es inmune a esta lluvia intensa que hace a la gente correr. Yo no lo hago. Me gusta mojarme. Así que prefiero seguir caminando al mismo paso que llevaba antes de que las nubes abrieran sus compuertas. Las gotas que caen componen una melodía que nunca antes había escuchado, cada una de ellas aterriza en un tono distinto, creando así una sinfonía multicolor. Y el cielo que, hasta hace unos segundos, era de un azul sin defecto, es ahora gris… Es como si volviera a vivir aquellos momentos de infancia en que saltaba de charco en charco y me volvía un cazador de ranas y renacuajos… para más tarde encontrarme siempre con el grito regañador de mi madre.
Sigue lloviendo y el agua de la lluvia cae en el río y se mezcla con ella, hasta llegar al mar para comenzar de nuevo un ciclo sin fin...Ahora vuelve a ser agua salada, pero eventualmente volverá a ser agua de lluvia, que volverá a ser agua de mar. Pienso que, en cierta forma, yo soy como ella. Me evaporo con la esperanza de montarme en una nube que va pasando, con esa nube me voy lejos y después de un largo recorrido, regreso al punto de partida convertido en lluvia que vuelve a caer en el lugar que la vio marcharse.
Sigue lloviendo, y yo camino cada vez más lento, quiero que la lluvia me lleve con ella, a donde quiera que vaya… gracias lluvia por calmar mi sed.

del blog   http://www.conplumaypapel.com

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